Ruta del Cares
Ana Isabel nos regala esta magnifica reflexión.
Cuando tenía 15 años me fui con una amiga a hacer la ruta del Cares, para llegar al desfiladero teníamos que ascender por un camino muy empinado, estábamos comenzando y nos cruzamos con una pareja que se daba la vuelta, no vais a poder nos dijo el chico, nosotros nos damos la vuelta.
Nosotras seguimos, era duro muy duro, no sé quien de las dos fue la primera en decir ¿nos damos la vuelta? y la otra dijo un poco más no puede faltar mucho, luego fue la otra quien dijo ¿qué hacemos?, un poco más dijo la otra.
En el camino nos encontramos con unos señores, les pedimos agua ¿falta mucho? preguntamos, no, nos dijeron (mintieron descaradamente), el caso es que seguimos, era duro continuar muy duro.
Llegamos arriba y no os puedo describir la sensación, yo nunca había visto tanta belleza mi amiga y yo nos quedamos mudas, quietas, no fuimos capaces de decir nada, yo recuerdo esa sensación de vértigo.
Cuando volvimos y nos preguntaron ¿qué tal?, dijimos, maravilloso es impresionante, otros fueron detrás al oírnos, al volver nos dijeron ¿estáis locas?, fue horrible, tuvimos que darnos la vuelta.
Si alguien me dice que es parir, diría es llegar al desfiladero del Cares, ¿y el padre donde se queda?, contigo a tu lado diciendo un poquito más, no puede estar lejos.
En el nacimiento de mi hija otros me impidieron ver la grandeza de mi niña, la emoción de tenerla no solo de soñarla, no pude sentir la presencia de su padre porque no estaba.
Nadie puede subir al Cares y recordar su grandeza, si en el ascenso hay gente que te lanza piedras, entonces lo único que recordarás es el sufrimiento, la impotencia el dolor y el miedo.
Ya han pasado algunos años desde que mi hija nació y de todo lo vivido me quedo con una imagen, la mirada de una niña recién nacida (que yo creía que era de otros) mientras la enfermera se la llevaba apoyada en su hombro.
Gracias Ana Isabel por andar tu camino, aprender y compartir.
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